martes, 29 de mayo de 2007

SALUDO DE PABLO MORA Y DE FREDDY ÑAÑEZ (VENEZUELA)

PALABRA EN EL MUNDO

Desde Venezuela para la Humanidad
Venezuela
Caracas / San Cristóbal - Táchira
Freddy Ñáñez, nadienosedita@yahoo.es
Pablo Mora, moraleja@movistar.net.ve

A vuela pluma, pase lo que pase, hasta cada rato, amigas, amigos, nos hermana, nos imanta la poesía, la Revolución de la Conciencia: el acero del fusil, materia ciclópea del arado, el metal de azuladas resonancias proletarias con timbre de sudor y de combate. (Rafael Guerrero). Tal vez afuera, lejos de la Tierra, titilen las estrellas.

La Poesía nos convoca, nos hermana: Ella es letra inicial en cada mano y pulso abierto del panal nocturno. (Ana Enriqueta Terán).

Vivos todavía, bajo el granado trigal de la noche insomne, rumorosa de viento alto y de luceros.

Amigas, amigos: Oigámoslo bien, que lo oigan las estrellas: En esta misma hora, en este instante, al unísono, en sintonía creadora, se celebran el XII Festival Internacional de Poesía de La Habana y el 4° Festival Mundial de Poesía 2007 Caracas / Capítulo Táchira.

Una sola consigna: Palabra en el mundo.

Hermanados por la Poesía, lo mejor de la humanidad para perseverarla, para transmitir nuestros latidos de fe en el ser humano: en el hombre, en la palabra y en la vida.

Palabra en el mundo como taladro. La cita es allá y acá: en La Habana. En Caracas y sus tantos estados o costados. Y, así, en cada lugar del mundo que acoja el llamado, la convocatoria.

Enarbolada la Poesía: Un poema para la Humanidad, un poema que dé vuelta al mundo. Un encuentro poético alrededor de todos. ¡Por la Paz! ¡Para que la guerra nos deje en paz!



Argentina, Brasil, Bélgica, Bolivia, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Egipto, El Salvador, España, Francia, Guatemala, Italia, México, Paraguay, Perú, República Dominicana, Rumania, Taipei, Venezuela, Cuba… ¡Presentes! Mochila en mano, vagabundos. Dejando pasar la noche por encima de sus hombros mientras las islas, los sueños, la esperanza, no se cansan de bañarse.

A mantener abierta la palabra. A reinar sobre la muerte. A sentir juntos. A sacar la flor de la ceniza. A vigilar mientras los otros duermen. A servir entre la lluvia. A apuntalar el sueño. A unir lo posible con lo imposible. A salvarnos de la muerte. A hacer más vivo el vivir. A la vida. A limpiar el poder cuando corrompa. A cambiar la vida. A afilar el verso. A alentar el alba. A la fidelidad del relámpago. A la memoria del pueblo. A la salvación del hombre. Al asombro antiguo. A la antigua sombra. A descubrir los secretos de los dados. A llevar el infinito a cuestas. A salir de la mirada. A alumbrar la maravilla. A todos los caminos. A despertar a latigazos el silencio. A defender el milagro de la vida. A amar el mundo. A rodear este esfuerzo. A amar al otro.

A pisar días, instantes caminados. A pisar los pensamientos de la sombra. A pisar la sombra en busca de un instante.

¡A pisar fuerte! ¡Adelante! ¡Hasta cada rato!

Venezuela
Caracas / San Cristóbal - Táchira
Freddy Ñáñez, nadienosedita@yahoo.es
Pablo Mora, moraleja@movistar.net.ve


CREDO

EL LIMO ORIGINAL

Creo en la gota de lluvia en el alambre. En el encaje del mar cuando todavía no se había destejido. En la noche de la guerra, del hambre y de la lluvia. En la esquina del tiempo que resurge. En la sombra del otro, del antiguo. En el grito del hombre frente al mar. En el metal, la cólera, el combate. En la lucha del canto del mendigo.

En el hosco muñón de la tristeza, en la hondonada gris de los cimientos, el silencio que ahoga y amordaza, la sombra de la muerte que reúne, el aullido del pan acá en la puerta, el estiércol solar de las mañanas, el borde de la tarde en estampida.

Creo en el fogón del pobre paria envuelto en tempestad. En el injerto sideral del guamo. En los sures del turpial. En el espacio, en Borges, en el tiempo.

Creo en las vocales de Rimbaud, en la hojarasca briosa, en el paso respetable de la hoja por las aceras de la tierra aurora.

En Francisco así Dios no lo distinga todavía. En la muda paloma de los lejanos terebintos. En Federico, en su madrugada nazarena.

Creo en Niall y sus sabias abubillas, en el ave sagrada de su verbo, en el buitre leonado de su insomnio. En el coraje de las rosas rojas, en la plegaria de la choza tierra, en el orgasmo de la palestina, el grito mismo de la patria nuestra.

En el mayo francés, en el invierno ruso aquel, en los febreros caraqueños. En mi locura galopando auroras.

En el año en que resolvimos hacernos disolutos y en el que nos propusimos ser solares como Reverón y el viento.
En las antiguas, las nuevas, las eternas campanas, las que lloran y suenan y se quejan y suplican, las que irán con nosotros a la muerte aunque no las oigamos ese día.

Creo en los chamizales, rastrojos, veredas, remansos y riachuelos donde, temprana, mi poesía incubara. En el letargo de las horas donde yacen el alarido, la conciencia, las carnes vulneradas.

En la soledad del Sol. En mis zapatos, mis huesos asoleados. Creo en el que solamente ha nacido. En el gato triste, en el piojo ciego. En estas dudas, estos días, estas horas, esta noche, este sábado, este rato.

Creo en un vals en un montón de asombros. Creo en el pobre desgraciado y roto. Creo en el hideputa endecasílabo. Creo en las hojas secas de la luna. Creo en el tiempo de las ramas verdes, en la plegaria cósmica del árbol. En la rosada desnudez del alba, en la arena quemada por el muro, en la sublime mariposa en celo, en la hermosa serpiente penetrando, el limo original de la lujuria.

En el que ensaya continuas eternidades o erige un altar hombre.


EL COLOR DE LA ROSA

Creo en el acero del fusil, materia ciclópea del arado. En el metal de azuladas resonancias proletarias con timbre de sudor y de combate al que cantara Rafael desde su Cueva. Creo en el color rojo de la rosa con que la Tierra toda vestirá. En el rojo de tanta llamarada viva.


HAMBRE

Creo en los cielos de la iguana del asomo de los campos de las olas. En el delirio de los jueves. En la insomne lumbre que nos crea. En la casa de la sombra. En el abrazo de las albas. En los postigos de los ojos. En la muerte girando en los talones, girando en los Guantánamos, girando en los hambrones.

En la mesita de noche de los pobres, en sus relojes, sus lagañas, sus barajas y pistolas de agua. En los sueños de los millones de niños que apenas si les queda ojos rostro, boca o corazón.

Creo en el África azulada por la noche, en el quejido azuloso de su raza, a quien le duele el hambre, las verduras, la trocha, los maltratos. En sus niños, quienes antes que dormir, quisieran nunca despertar, mientras juegan con la calavera de sus padres.


ADALID DE LIBERTAD

Creo en el Che, en Camilo y en Sandino. En la guerra de Túpac Amaru, la Guerra a Muerte que empuñara el Ande.

En la hospitalidad de estas neblinas creo. En el Adalid de la Libertad, fénix trashumante, la esperanza de los partos solares por venir, en su sangre guaicaipura y éuscara, gemela de la sangre de Lautaro.

Creo en los Hijos de la Tierra capaces de fraguar la nueva aurora, el nuevo Dios.

En la patria que nos falta hacer, así tengamos que retar a Dios con tal de no seguir arando el mar.

Creo en los hombres que comulgan con el pueblo. Creo en la resurrección de los héroes y en la vida perdurable de los que no mueren, cierran los ojos y se quedan velando.


EL CHE

Creo que está completamente prohibido llorar sobre los vivos y menos aún sobre los muertos.

Creo en la Paz desde las barricadas de la guerra.

En el Comandante: su montaña, su sierra, sus morteros; su soledad, su naufragio, sus planos, sus trincheras, sus secretos; su escondite, sus manos y portentos; para empuñar fusiles nuevamente.

En su mochila, su escopeta, su carabina, su boina, su barba, su estrella, su bandera o arrechera; su revólver, su camisa, guayabera y documentos.

En sus botas, su pistola, su dolor, su ternura, su sonrisa, su tormento y recovecos; su frente, su fusil y sus morteros; su fuerza, su foco, su asma, su garganta y su pañuelo.

En su morral, su memoria, sus veredas; su nobleza, su magia y suerte y comunión y poesía y espera; el tiempo que le falte para una Nueva Era.


EL CRISTO DE LAS TRINCHERAS

En el Cristo de las Trincheras acampado en la ruinosa oscuridad de un vetusto monasterio, sin una mano, sin pies, entre borrasca, plomo y lluvia, a ras de furia, quien me enseñó el color tostado de la piel cuando se va a la guerra… colérico cordero al descubierto, resuelto miliciano justiciero, nuevamente con látigo inclemente, arrojando a los nuevos mercaderes.


LA MOCHILA

En la albada en que hicimos la mochila y nos volvimos vagabundos. Cuando apoyamos las palabras sobre la sangre, cargamos los dados en la apuesta y arrestamos al viento, al sol, las mariposas.

Creo en el día en que supimos del alma del silencio, de la piedra que alguna vez fue estrella, del sagrado terror de la locura. Cuando dejamos pasar la noche por encima de nosotros mientras las islas no se cansaban de bañarse.

Creo en la noche en que nos hicimos a la lluvia, matamos la tristumbre, rompimos alfileres, paraguas y repisas e inventamos ratos, penas, alegrías y tardanzas.

Creo en el vistazo que al mundo echamos, cuando nos provocó quedarnos solos en la tierra, cuando nos faltó ponerle trampas a la muerte.


EL TERCER COJÓN

Creo en la matadura de la memoria voraz que atiza los relámpagos. En el desbocado potro que golpea en el pecho sus chispeantes cascos herrados por el viento.

En el vórtice abierto que engulla nuestra esperanza desolada. En la desolladura del barro que seremos. En el errante diluvio de los párpados insomnes. En el estridente relincho del rayo de los pájaros.

En las sombrillas del corazón, el desierto de las bolsas, las zapatillas de las brujas, las gusaneras del naufragio.

Creo en el hambre, digo, en el hombre decente, parte de la Religión, ese viejo escondite, guarida de dioses, infiernos y demonios.

Creo en el corazón, ese tercer cojón del hombre. En el sidoso divino providente, en los cojones de los cojones de la Divina Providencia.


REPARTO DE LOS PANES

Creo en la abundancia de los males, en los lazos que nos atan, en la pólvora, el pueblo, la palabra y el trabajo.

En el clamor del oprimido. En el pecado de la muerte. En las víctimas del hombre. En la luz, la tierra y el camino. En el descanso eterno aquí en la tierra.

En el grano, en el varón, la hembra, la entrega y la ternura. En la estatura de las flores. En el cuerpo terrestre del encuentro.

En el misterio del asombro. En el justo pecado de los dioses. En la cena, el abismo y el camino. En el signo mundano de los rostros. En la culminación de las serpientes. En la vid, los sarmientos y los pobres. En el reparto de los panes y las casas.

En la vigilia hecha por el hombre. En los racimos del hambre y la miseria. En la santidad de los samanes. En la garganta del helecho en pie. En la amapola en luna descubierta. En el regreso a trancos de la muerte.

En el cambio, en las manos indefensas. En la mesa, el poder y las mentiras. En el cósmico origen de la vida. En la justicia universal del alba.


CÓSMICA PLEGARIA

Creo en la luna así canjee su puesto con la muerte. En la humanidad en marcha contra la barbarie. Creo en Vietnam, en Sabra y en Chatila, donde la noche se cubrió de sangre. En las flores que brotarán en las calles de Kandahar. En los niños cañoneados en las noches de Najaf, Irak, Siria, el Líbano y Falluja por los imperios rapaces al acecho contra el hombre.

Creo en la buenaventura de la rosa, en el atardecer de los venados. En todos los resabios rocinantes. En el poema aquel inagotable. En el misterio del divino loco. En los cuchillos de la lluvia a secas. En la amenaza del gato en pleno hechizo. En el barco encantado y sus aceñas. En los dos golpes a la endeble espada. En la razón y sinrazón del viento. En el sordo pecado de la luna.


EL ESPEJO DE LA SOMBRA

Creo en el espejo de la sombra, en el asombro del insomnio. En la lluvia minuciosamente santa. En el hambre —madre antigua y atroz de la incestuosa guerra—. Creo en el divino laberinto del asombro antiguo, de la antigua sombra.

Creo que toda casa no es más que un par de lámparas donde arden las vidas de los amigos como aisladas velas. Creo en la amistad de un zaguán, de un aljibe. En el amor de las golondrinas, los turpiales y arrendajos.

Creo en los ojos que se le van a cada calle. En la noche —fiesta larga y sola—. Creo en el polvo, el sueño, la agonía. En el insomnio y en la noche —fiesta larga y sola—.

En la ceniza de que está hecho el olvido. En la luciérnaga porque en la noche cree. Creo en el tiempo, la tierra y el olvido. En las tardes — sueño en agonía, cara que nos mira desde el fondo de un espejo—. En el bronce, el ayer, la lejanía.

En el atareado rumor de multitudes que se alejan en las noches. En las sombras rencorosas de los callejones y barriadas. En el viento que envuelve la noche entre su mano y arroja tempestades y corre, galopa y se desborda.

Creo en los que pasaron, en su cordaje, su puñal, sus llagaduras. Creo en el último espejo que repitió la cara de mi madre.

Creo que la puerta es la que elige, no el hombre, que tu odio nunca será mejor que tu paz; que siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas, que la lluvia sabe lo que sabe mi tristeza, que espacio y tiempo y Pablo ya me dejan.

Creo en la honda noche diluvial que nos inunda, en esta hora en que el sueño pertinaz de la vida corre peligro de quebranto, en esta hora tristísima del hombre, en la noche de la guerra, del hambre y de la lluvia, donde aparece gigante la sombra de la muerte, en esta hora de guerra planetaria, en este instante estremecido, engrifado, de tarde, en el universo que se mueve a su alrededor antes que a Dios le sea fácil matar del todo su obra, en que son pocos los que sueñan el mundo –sus únicos espectadores—, que si dejaran de verlo se moriría. Con fervoroso asombro como presentimiento tembloroso del amanecer horrible que amenaza estos arrabales desmantelados creo en Borges, en Pablo, en dos, cinco, diez, veinte, cien, mil, quinientos mil poetas flacos, desgreñados, cantando juntos a la vez… a coro en el asombro, desde sus Torres de Timón, en soledad milenaria, trasnochando hasta que la noche gastada se quede en los ojos de los ciegos y nuevamente el mundo sea salvado.


LA VIDA PERDURABLE

Creo en que tal vez afuera, lejos de la tierra, titilen las estrellas.

Creo en la libertad de los cangrejos. En el invento de la pucha madre. En la confirmación de las bandejas, en la ginecocracia de las lilas, en la desolación de los cubiertos.

Creo en la salvación de la palabra. Con Nidaa, en el perdón de los herejes, en la resurrección de la alegría… en la jodienda de la poesía… Creo en el hoy, el aún y el todavía. Creo en la vida eterna de los versos.

Autor: Pablo Mora
moraleja@movistar.net.ve
http://www.poiesologia.com
XII Festival Internacional de Poesía de La Habana
4° Festival Mundial de Poesía Capítulo Táchira 2007 Venezuela



LIBRÉMONOS

Del poeta que escriba en menguante. Del sol que caliente la miseria. De los escombros, sus heces, sus herbajes. De los hombres buenos, fraternos o pendejos.

¡Librémonos!

De los bravos, de los buenos, de los feos, de los malos. De los canallas, los bastardos, los bribones, los asquerosos y cobardes. De los impotentes, los inocentes, los rotos, los usados, los doblados. Los neutros, los derechos, los del centro, los sin nada, los sin heces o sin caca o mierda.

¡Librémonos!

De la antigua costumbre de ir por las laderas del hocico de algún pan sin nombre y apellido.

¡Librémonos!

De algún día sin noche. Del eterno aprendiz de pordiosero, de poeta. De la confusión de los espíritus. Del alegre gasto de hojllas, saludos, palabras y regresos.

¡Librémonos!

De mirar sin miedo a maltratar al ciego. Del pavoroso tesoro del hambriento, el eterno basural de los sinsontes, los zamuros. De tanto malandrín contemporáneo tan lleno de sabor latino.

¡Librémonos!

De alguna lupanaria invasión de los marines. De quienes juntan casa a casa y añaden heredad hasta ocuparlo todo. Del monte sin bramido de ganado.

¡Librémonos!

Del Eclesiastés. Del Eclesiástico. De los Excelentísimos Señores Superviajeros. De los pasajeros. De los proverbios, los refranes y los eros. De los cinco o cinco mil panes. De los cinco puntos cardinales de los canastos engrifados por el llanto.

¡Librémonos!

Del nostradámico naufragio del planeta. Del enfermo pobre. Del remedio caro. Del tramposo viejo. De la hornilla muerta. Del complejo azucarero del diabético. De las impúdicas raíces cuadradas, literarias. Del pus supremo de los viudos y los solos. De la ponzoña, la maleza y la cizaña.
¡Librémonos!
De las vulvas quebradas del quebranto. De los Smith, de sus deudas indeseadas, inmorales, indexadas. De los Truman vagabundos de la guerra.
¡Librémonos!
De los racimos del hambre y la miseria. De las crines de arrechera encabritada. De la ansiedad de las pedradas.
¡Librémonos!
De la tristeza, esa mierda, compañera insoportablemente legañosa, tiernamente oscura.
¡Librémonos!
De tropezar con un martes trece. Con un caballo loco o un león insomne en fuego. Del aullido de la hiena. De la salvaje cabra, del chacal y del hurón. De la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.
¡Librémonos!
De la escasez del tiempo para el ocio, el vicio y el fornicio. De los cristianos, cristales y vitrales. De los juanes, los mordiscos, las trompadas, estallidos y luceros. De los venenosos invidentes. De las ocurrencias de la muerte. De los ojos abiertos de los ciegos.
¡Librémonos!
Del azufre, del agüero, del aojo. Del tísico pañuelo de la guerra. Del necio, sus celadas y sandeces.
¡Librémonos!
De confundirnos alguna vez de mano, de palabra, de noche o de locura. De lluvia, de casa o de garganta. Del canalla y sus vilezas. De tener que cargar con la rosa agusanada sobre el opaco lomo del que nunca fuera.

¡Librémonos!

De tener que mear sangre en los hocicos de los gusanos. De tener que presenciar el duelo de una telaraña con la lluvia. O asistir al entierro de una hormiga virgen.

¡Librémonos!

De tener que regresarnos de la muerte. De que se desteja el encaje del sol enfurecido. De que se desgaje el transido corazón del hombre. De que se desate la noche de la guerra o se zafe el curricán del mar.

¡Librémonos!

De que nos sorprenda el aplauso de un pájaro salvaje o la madre del caracol huyéndole a la pena. De tener que ver los mil cielos sin estrellas. De querer en alguna madrugada abrirse una vena o un ojo que nos dé la libertad eterna.

¡Librémonos!

De la culebra amarilla de la acera en donde guiñan nuestra vida los goznes de los miedos amarrados al fulgor de la garita quejumbrosamente polvorienta de la lluvia en suerte.

¡Librémonos!

De las sombrillas del corazón. Del desierto de las bolsas. De las zapatillas de las brujas. Del abrazo de un ogro purulento. De un Judas vivo o un Vallejo muerto.

¡Librémonos!

Del hambre, digo, del hombre decente, parte de la Religión, ese viejo escondite, guarida de dioses, infiernos y demonios.

¡Librémonos!

Del corazón, ese tercer cojón del hombre. Del sidoso divino providente. De los cojones de la Divina Providencia.
¡Librémonos!

Autor: Pablo Mora
moraleja@movistar.net.ve
http://www.poiesologia.com
XII Festival Internacional de Poesía de La Habana
4° Festival Mundial de Poesía Capítulo Táchira 2007 Venezuela

4 comentarios:

Elisabet Cincotta dijo...

Pablo la poesía lo logrará, los poetas siempre irán en su búsqueda.
Gracias por tus poemas
Elisabet

Anónimo dijo...

holas panelitas de la maldita palabra, mis mayores repetos por sus trabajos, que bueno....tambien aprovechando la oportunidad para saludar a chuchu meco si existe todavia pana de parte del feo

pankarta dijo...

Juguemos
Pablo Mora

Oigamos el clamor, el griterío, al hambre en su galope. Escondámosle los dados a los dioses. Cuidemos de quedarnos de pronto sin presente, sin futuro, sin fe, sin osadía. ¡Juguemos a la patria! Hijos del Mañana, escuchemos la melodía del futuro. Comencemos de nuevo. Acumulemos paz, previendo las luchas que le faltan al torrente. Acumulemos sueños y verdades, lo que importa es la luz de los caminos. ¡No más odio! ¡No más cólera! ¡Sólo el hombre! ¡Nuestra condición! ¡Sólo campos, huertas, sementeras! ¡Sólo arados para el hombre! ¡Sólo hogares para el hombre! ¡Sólo amor, el viril amor del hombre por su hermano, su llanto y esperanza!
¡Menos fuerza para la guerra! ¡Más valor para la paz! ¡A juego limpio! ¡Doblemos la parada! ¡A jugársela! ¡A jugárselas! ¡Soñemos con la paz! ¡Apostemos a la patria! ¡Juguemos a la patria!

pablumbre@hotmail.com

pankarta dijo...

unámonos unifiquémonos
añadámonos sumémonos adicionémonos
reunámonos liguémonos recopilémonos
aliémonos y enlacémonos
conciliémonos y aglutinémonos
adhirámonos amalgamémonos y barajémonos
enrosquémonos embebámonos e intercalémonos
y entrelacémonos y entremezclémonos y
entretejámonos

Jorge de la Vega